Llevo 6 años aprendiendo a acompañar a jóvenes que han cometido homicidio a un lugar en donde son capaces de mirarse a sí mismos en su condición de jóvenes que han dañado a la sociedad. La trayectoria nunca es igual con todos, no se trata de construir un método y probarlo sino de no olvidarnos de que ahí están.
Mientras más tiempo trabajo con ellos me parece más clara la importancia de saber verlos desde su subjetividad no desde un perfil, es decir, desde:
su uso del lenguaje sus resistencias sus quiebres inesperados sus autocensuras sus condenas sus ambiciones sus perversiones sus ternuras su cinismo sus temores sus expresiones machistas sus marcas corporales sus anhelos de infancia su mirada esquiva su crueldad su temor a no ser amados su desvalidez social su autodeterminación de consciencia.
Desde ahí parto y hacia allá me dirijo siempre. Mientras que para el exterior solo se trate de un taller o un intercambio de ideas, para mí, es aprehender lo verdadero con el cuerpo.
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