El misterio de la escritura es que no hay misterio solo miedo a hurgar dentro de sí, de ella, de nosotros. Nos acobardamos ante todo lo que nos transparenta. Y es que la escritura es voltearse hacia el mundo y quedar expuesto ante todo lo que humanamente es imposible controlar. Es darse vuelta como se le da vuelta a la ropa para secarse al sol. Nos deja prístinos, ligeros, con arrugas, esas marcas que deja el paso del tiempo en su manifestación en movimiento: el viento. Viento que nos impulsa a recorrer, sin prisa y sin miedo, los caminos que otros han trazado antes que nosotros. Caminos con los que hemos idealizado que la Tierra es un lugar abierto, infinito, interminable.
Es así que de la forma más cerrada que conocemos, la esfera, descubrimos el misterio de la escritura que está contenida en el número π y es que la escritura es infinitesimal. Avanza, se mueve hacia el centro de nosotros, hasta que implota para ver nacer universos auténticos, discretos e irrepetibles. Nosotros somos la escritura, nuestros sueños sus metáforas, nuestras pasiones sus hipérboles, nuestro nombre la anáfora que se repite una y otra vez en voz de los otros y nos mantiene de pie, erguidos en nuestro propio campo gravitacional, fijos a la tierra. Así nacieron las primeras raíces de los árboles. La escritura es la única revolución en la que se gana viendo nacer y vivir a otros. Y es por eso que escribo, para saber que todavía no hemos muerto.
Comentários