Crónicas sobre la pobreza y el encierro. Conversaciones con adolescentes en reclusión.
G cometió su primer homicidio a los 12 años. Lo primero que me vino a la mente cuando me cuenta de la primera vez que mató a un hombre fue ¿quiénes son sus padres? Me dice que siempre vivió con su madre y su hermana menor y que de su padre prefiere no hablar. Veo que hace un enorme esfuerzo por sostenerme la mirada.
(Interludio 1)
La primera vez que le di clase a G, entró al salón, dio un fuerte puñetazo en la pared y se sentó en una banca justo frente a mí. Miraba ansioso a todos lados, fingiendo ignorarme, dejé que se hiciera evidente el silencio y después de varios segundos le dije:
Yo: ¿Por qué no me ves a los ojos?
G: “Si te veo a los ojos te vas a ir, no te va a gustar lo que vas a ver, te va a dar miedo”
Yo: Miedo de qué.
G: De mí. Yo soy el diablo.
Con cuidado, estiré la mano y la puse suavemente sobre su antebrazo y le dije: “Deja que yo decida si debo tenerte miedo o no”.
Me miró fijamente por varios segundos con intención altiva y, entonces, decidí no tenerle miedo, sonreírle y empezar con la clase.
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